domingo, 3 de diciembre de 2017

La Tarde.



La tarde está sola y silenciosa.
Mrs. Dalloway mira por la ventana la calle vacía.
El café se destila con la parsimonia del tiempo.
El invierno se tomó un respiro,
hace sol y brilla el aire.
El barrio toma la siesta larga del domingo.
En mis recuerdos suena el violonchelo
que oí en una película japonesa
sobre el ritual de la muerte.
Madre partió hace dos años.
La mujer que habita mi casa
lleva varias vidas.
Ella tiene la bondad de obsequiarme
la mejor versión de su corazón,
su ternura me basta para aceptar
que soy tipo con suerte,
uno que degustó el vértigo de la noche
y pudo regresar del desquicio.
Entiendo que el amor
nunca es un huésped vitalicio
y su visita ocurre tan sorpresiva
como fugaz.
Tiemblo cada que llega la mañana
y frente a mi
tengo un día desocupado y ajeno.
Finalmente
le pertenecemos a la nada.
No es cierto que la tarea cumplida
traiga la calma.
Estamos en deuda siempre.

domingo, 1 de octubre de 2017

Mi Mujer.





Mi mujer se ha escapado por una rendija de luz.
Me da pereza ir a buscarla.
Volverá cuando saque la torta del horno
o cuelgue la hamaca en el jardín.
Le gusta ir a recoger espejismos,
o soltar suspiros en el acantilado.
Antes yo la acompañaba,
me sentaba a su lado
a mirar el horizonte dilatarse,
le ayudaba con la suma de unicornios
y a escoger los zapatos para la oficina.
También le hacía trenzas y masajes
o la ungía con mis labios babosos.
Mi mujer no cree en el poder de las palabras
quisiera tener 5 empleos
le da pánico sentir la mente vacía
tiene 5 personalidades públicas,
de las ocultas no tengo indicios.
Sólo me ama los domingos por la mañana
después del sexo
y antes de perderse
en los matices de luz del otoño tropical.
Yo la acompaño a ser volátil y malcriada,
no amarla es imposible.




lunes, 18 de septiembre de 2017

Sofía.



Sofía



¿Quién le habrá dicho que ese es el ritmo
con que se camina?
Enloquece al barrio sin enterarse.
No. Es sólo a mí. 
Apenas cruzó los quince. 
Vive en la casa de enfrente
y la veo salir cada mañana rumbo al liceo.
Su falda inventa el viento. 
Gracias a Dios no tengo una condición cardíaca
pues el voltaje de ese vaivén es letal.
A ver lo explico: no tiene cadencia, es torpe. 
Sus nalgas brincan de arriba abajo
como bajando una colina,
casi desbocada, pero no.
Su paso luce antiguo, montañero.
Así es la pasión.
Sofía, no me mira.
¿Sabe que mis ojos bajan por su espalda?
Hola,
soy el vecino del carro blanco,
el que pasea el perro todas las noches.
Sabías que tu ventana es mi horizonte.
Te he visto tras la cortina,
tu silueta 
podría ser el mapa de una isla nueva.
Gracias a ti 
mis sueños hallaron el cauce justo:
voy hacia la hoguera.





jueves, 24 de agosto de 2017

Rojo.









¿Con qué alimentar la bestia?
Nada le sacia. Es voraz.
Aun cuando hiberna
está al borde de un asalto.
Su presa es la carne, no la piel.
Rompe la armonía de lo bello.
Su tonada es el gruñido,
Su danza el trance del sátiro.
Ebrio de placer,
poseído por un hambre
ancestral que no cesa,
sin pudor ni misericordia,
somete a su presa
a un vendaval de agites y fluidos.
Ultraja.
Lo domina su sangre enfogonada,
desatiende el temor,
se cree invencible.
No se detiene hasta desfallecer.
Marioneta del desquicio.
Incluso
ante la mujer que lo complace
el hombre es el salvaje en celo
que desgarra el paraíso.





lunes, 19 de junio de 2017

Pausa Veloz.





Pensé que podría hacer de La Pausa mi modus vivendi, mi filosofía. Caminar despacio, hablar con frases cortas, espaciadas o no decir nada. Casi no mirar el entorno, ignorar el ruido, captar sólo las voces esenciales de la música, olvidar la gente. Eso implicaba ordenar a la adrenalina no dar brincos por motivos absurdos. Soltar la respiración sin resoplidos, masticar despacio. Nada fácil. El corazón desbocado se resistía ante la exigencia de trote lento. La mente, estrambótica y dicharachera, no podía con el ritmo lineal del nuevo itinerario del silencio, balbuceaba teorías y máximas sin filtro. La piel, golosa de la noche y el baile, insistía en recorrer los vericuetos cálidos de las divas y saborear el antiguo almizcle del vino. Se dejaba llevar en andas. La mirada se escapaba tras los espejismos que la vida impone a diario, y los sueños ni se dieron por enterados de mi insensata pretensión de vivir aletargado y mudo. Siguieron llevándome por los parajes de fiebres, incertidumbres y promesas que tanto disfruto, que siempre agradezco. Así que desistí. Sigo siendo el obsoleto Monje Mundano escritor de estas bitácoras.



domingo, 11 de junio de 2017

Horizonte.







Quizás este día alcance a ser un poco triste.
Llovió fuerte antes del amanecer,
ahora el sol sofoca, arde en el aire.
Decido saltarme varios peldaños de la mañana,
no café caliente ni panecillos con fruta,
nada de música clásica ni ventanal abierto,
cero mirada lánguida 
o gesto de hombre sin buenos recuerdos.
Todo día es un puente hacia otra vida
y también tiempo que huye.
Invento que la quietud es sabiduría.
Entonces, un silbato me llama,
hay que zarpar,
aunque la maleta no esté hecha
y las manos no estén listas
para ondear un adiós apresurado.
Qué más da lo que se deja
tampoco importará lo que se encuentre,
el recorrido es igual de inútil.
Por más que inventes
la vida tiene un número limitado de versiones,
abandona el por qué,
olvida que has existido,
no te recuerdes.



domingo, 21 de mayo de 2017

Fiebre.





Se van acumulando los sinsabores de la vida.
No son los años lo que pesa. 
Cada jornada deja residuos nocivos
y se lleva una porción de aguante. 
Un día es un giro veloz, 
asaltado por mil tareas descabelladas,
todas inútiles.
Yo avanzo y retorno por la misma ruta, 
desde mi casa de sombras 
hacia mi oficina de aire congelado,
del amanecer hasta la noche,
con un paréntesis de ruido en medio.
En el camino recojo neblina, cielos manchados, 
avenidas grumosas,
gentes descompuestas, realidad enferma,
ritmos de vida incubando el caos. 
Ninguno sabe que es un autómata,
nadie se ha percatado cómo va el asunto.
Guardo silencio. Hay melancolía en mis ojos. 
Y aunque no persigo la calma
tampoco puedo agradecer 
el dolor que me mantiene en vilo.
Quisiera renunciar a esta labor de redentor 
pero no soy capaz 
y mi fecha de caducidad todavía está lejos.


domingo, 26 de marzo de 2017

Certezas Nulas.








Entra el viento. El invierno se pone a hablarme, no desde un rincón, él sabe que es inmenso, expande sus enormes alas de agua sobre la ciudad y abraza todo lo que hay. Sin tocarme entra en mi. Su voz es blanda y pesada, me carcome los oídos  y me pone en la piel una gaza helada que me encoge por dentro. Quedo a merced de su ritmo sostenido. Aminora mi respiración y mi mirada también se queda quieta. Y es que el invierno es dueño de una penumbra sin bordes hecha de aire ceniza. Nada tiene permiso para brillar. Dentro del salón sólo se distinguen bultos oscuros. Por debajo de la voz de la lluvia, un silencio solidario se arrastra clandestino para traerme estas palabras. Mariana Carbonell duerme abrigada al cuidado de una hibernación de puertas cerradas. El cuarto es un horno aislado que guarda la tibieza de la noche. Yo vengo a mi rincón de siempre, abro la ventana y miro afuera. Durante quince años el paisaje ha sido una palmera que ya no crece. Tiene manchas de humedad en el tronco y las hojas agachadas. Recta, digna, sabe que el sol regresará. Yo me apego a su gallardía para cruzar a salvo esta jornada de aguas ruidosas y melancolía literaria. 



domingo, 19 de marzo de 2017

Panóptico.





(Día de Las Cenizas)

La realidad no existe
más allá de lo vislumbrado.
Todo tropiezo confirma fallas en lo intuido.
Sólo es posible palpar piezas,
la energía es escurridiza,
el porque se esconde.
Cada nueva certeza retoña
Sobre el humus de la anterior.
Planos paralelos o subterráneos,
Invisibles, hechos de gas y silencio.
Por fortuna, todo plazo se cumple.
El tiempo sí tiene fin.





domingo, 26 de febrero de 2017

De Imágenes y Letras.







Veo una película basada en un autor que descubrí hace años y que he estado visitando de nuevo. Adoro la actriz que encarna el papel principal. Es oriunda del mismo país del autor y demuestra que lo admira. Ella escribió en guion, dirigió la película y, sobretodo, logró hacer del gesto natural de su rostro -hermosamente triste- la estampa gris del personaje, la mirada extraviada en el dolor y la incomprensión de la sinrazón humana, la boca congelada. La mujer de la novela tiene la habilidad de inventar historias para esconderse en ellas y no mirar los sucesos que la arrinconan. Las radiantes ensoñaciones de su adolescencia fueron apabulladas por la baba espesa de su rutina de mujer adulta. Se ahoga, se asfixia. Madre, esposa, víctima. Ah el encantador enigma de las mujeres depresivas! Su aura de soledad y penumbra son el hábitat perfecto de los poetas existenciales. El costo es la pérdida del erotismo. En una mujer paralizada por su rumor interno, desaparece el deseo de la piel. No más fogosidad nocturna. La ternura sensual que inspiraba se convierte en lástima. Ella ya no está ahí, el abrazo no entra, el amor es inservible.

Mi mañana de hoy está gris y fría. Quisiera decir desolada pero mentiría. Sucede que me obligo a una nostalgia laboriosa, a una actitud de hombre que añora. Pienso que esta rutina pausada en la que llevo a cabo nimios quehaceres de la casa me ayuda a sentir que he alcanzado el tono requerido para hablar sobre el tiempo y la vida. En mis ejercicios de escritura busco el círculo, labrar una historia redonda, una píldora de certezas que pueda tragar de golpe. No es fácil. Las certezas tienen bordes borrosos, son gaseosas, perecederas. Resulta poco conveniente andar en trance de escritor a toda hora. Se proyecta una imagen de extravío que atemoriza y ahuyenta. Idénticos a la mujer gris que calla. Pero eso es lo que todos somos en esencia, unos extraviados en el mundo. Sobrevivimos mientras nuestro tiempo transcurre.

Por la ventana, desde el árbol deshojado de la finca vecina, dos avechuchos lanzan graznidos quebradizos que quizás otras aves puedan entender. Desde mi libreta de bitácoras yo lanzo estos rezos que espero hagan eco en alguien allá afuera, al menos uno. Así podré creer que el abrazo que recibo es el trofeo esperado, merecido.



viernes, 17 de febrero de 2017

Equipamento.





Hay que estar preparado para toda contingencia. Tener un morral de buen tamaño que pueda acoger los objetos requeridos. No muy grande pues si se torna muy pesado sería difícil de acarrear. Entre más espacio, más chécheres innecesarios podrían guardarse. Maletín fuerte, impermeable, compartimentos de  tamaños variados, cómodo a la espalda, de color neutro, no llamativo, muy resistente al trabajo duro.

Necesito bolígrafos de colores, libreta pequeña, lápiz, borrador, sacapuntas, lima de uñas, cepillo de dientes, imán, fósforos, encendedor, painkillers, sobres plastificados, llaves extras de la casa, monedero, cargador del móvil, cable de la cámara, cámara digital compacta, golosinas, tapas premiadas de gaseosa para reclamar helado, trocitos de alambre plastificado, canicas, monedas de todas las denominaciones, pases de cine, el juguete mascota de la infancia, un librito de poemas orientales, carnet del trabajo, pote de talco, desodorante, bolsa plástica grande, bolsa plástica diminuta, bolsitas de azúcar, mondadientes, seda dental, hilo, aguja, pegante, termo para agua, trapo para limpiar, servilletas, recibos del mes cancelados, tijeritas, curas, ungüento para dolores musculares, libreta de números telefónicos, carnet del servicio médico, tarjeta con números telefónicos en caso de emergencia, cuaderno grande para dibujar, pañuelitos de papel, mini espejo irrompible, cinta de enmascarar, bandas de caucho, jeringa sin aguja, porta vasos de cartón, gafas para película 3D, tarjeta de transporte público, horario de trabajo, diario de abordo con poeticuentos e historias de la nada, estuche para gafas, foto del ser más querido, foto de la mascota, un par de guantes de látex, tarjeta del cajero electrónico, volantes de restaurantes italianos, tapa oídos, gafas para sol, bloqueador solar, copitos de algodón, termómetro, cachucha de béisbol, pocillo metálico para café, clips pequeños y mariposa, resaltador naranja, ejemplares de mis libros para vender, franela de algodón limpia y perfumada, pito, dos metros de cuerda fuerte, trozo de esponja, dos porciones de papel higiénico, MP3 con la batería al tope, audífonos en perfecto estado, mapa de la zona rosa donde están los mejores restaurantes...

Todo esto cargo en mi morral cuando salgo a deambular la ciudad como Monje Mundano. La mirada limpia, la lengua templada, el corazón en calma, la mente inquisidora, toda la esperanza, todo el desencanto, sin brújula, sin norte, todo recuerdo posible, gesto a punto de sonrisa, presto al abrazo o a la huida presurosa. 




domingo, 22 de enero de 2017

Exacto.






Vivir en la exactitud implica ir cronometrado con el ritmo de los sucesos, haber descifrado el tiempo, tener el motor calibrado y el combustible a tope. Conocer las condiciones meteorológicas, anticipar los exabruptos del clima, no tener ataduras.
La exactitud es una ilusión de mili segundos rodeada por caos intemporal de la verdad. Cuando la meta es alcanzada, cuando se llega al punto exacto donde descubres lo insignificante de existir, te quedas con este silencio inoficioso, el llanto no acude, la carcajada tampoco, no hay otra explicación, has existido en vano, después y antes de ti sólo habita la nada, las anécdotas del hombre se recopilan en el viento que va sin rumbo. Acoger el vacío es acto único al que debemos dedicar nuestros días. En la orilla opuesta se vislumbra la felicidad, hecha de espejismos y pronósticos, entonces anhelas la presencia de tu mascota muerta hace años ya.

Hoy puedo pensar en el absurdo, concebirlo mientras tomo mi café de la mañana, recibirlo como a un viejo conocido que vuelve, ofrecerle una silla, sonreírle un poco, no prestarle atención, no oír sus consejos de abuelo obsoleto, cambiarle el tema sin que lo note, seguir escribiendo mis Historias de la Nada.


viernes, 6 de enero de 2017

La Tarde Se Va.







Está a mi lado. Llegó a mi casa al inicio de la tarde. Se desnudó y se tiró en la cama a refrescarse. Boca abajo, apoyada en sus codos, mira fotografías de moda en una revista. Yo miro su piel húmeda de sudor. La ventana abierta abre paso a la brisa. El pelo se mueve. La luz del verano acentúa los tonos rosados de su piel. El vello de la espalda brilla. Veo las puntas de sus senos rozando la sábana. Empiezo a acariciarla. Ella ríe. Sus carnes son esponjosas, calientes, olorosas. Huele a ciénaga y jardín, dulce vinagre, pan tostado. Voy por sus caderas con mis labios. El cosquilleo la sacude un poco, respira distinto. Se gira. Me mira. Beso aquí o allá sin itinerario, sin prisa. La abrazo. De pronto habla consigo misma sobre algún plan fracasado, del paso del tiempo, de la quietud de los días. El mugre de la vida mancha su rostro. Veo en su mirada que quisiera no amarme ya. Mientras ella busca en su mente una ruta hacia el futuro, yo entro en ella con el temor que me causa su presencia tan distante, su dulce cariño que se desvanece con la tarde. Mi plan B es no perder la cabeza.