jueves, 30 de diciembre de 2010

Tinta Húmeda 4.

No sucede nada a destiempo.
Aunque haya preámbulos
el encuentro real sólo sucede
en el momento exacto.

La entrega que se anuncia agita los espejos,
templa la carne.
El obsequio prometido aviva la noche,
seduce al agua.

Las palabras guardadas
se adornan con espigas
y salen a flote.
Los planos se mueven
para ensamblar un hospedaje clandestino.
Aquí sólo habitaremos un instante,
tu largo beso me lleva hacia el desierto.

El amor es un tiovivo
que no da tiempo a fundar una promesa.

¿Harías de mis cartas un tesoro?



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martes, 28 de diciembre de 2010

Tinta Húmeda 3.

Acabo de regresar del olvido
y no sé de dónde salió el traje que visto.
Soy el maestro de ceremonias
de un circo barato.
No es fácil precisar mi edad.

Te acercas,
me miras cautivada.

Jovencita atraída por mi penumbra,
¿has escuchado el verso que canto?
¿percibes mi olor a fango?

He vuelto de la muerte
para recibir tus encantos.

Romperé el alambique de tu cuerpo,
desdibujaré las coordenadas que te guiaban,
la sangre cambiará su ruta,
el llanto dejará de fluir.

Tu sonrisa, tus palabras, tu silencio…
flores puestas sobre el lecho.

Con un beso colonizaré tu tiempo,
seré el huésped que calibre tus sueños.


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jueves, 9 de diciembre de 2010

Tinta Húmeda 2.

Busco la imagen, la fabrico,
recorto los bordes,
oscurezco la líneas,
doy brillo al alto relieve.
Logro así
apoderarme de tu cuerpo desnudo.
Mis ojos conocen tus rutas,
tus pezones trazan mi nuevo eje.
Mi aire nace ahora en tu boca.
Con tu humedad
puedo deslizarme hacia el océano.
De ti nace el tiempo,
los nuevos días.
En ti encuentro el fruto
para calmar mis noches.
Ya nada espero,
ya nada busco.







Foto: Anuar Bolaños.


sábado, 4 de diciembre de 2010

Efímero: Poeticuento.

Tengo el culo cansado de estar sentado
leyendo pendejadas en la pantalla.
Pero no quiero sonar malagradecido
con este nuevo ritual en mi vida,
me refiero a esta obsesión,
esta dependencia de estar leyendo textos superfluos en la red.

Algo pasa en mi o por mi.
Se produce un zumbido,
la saturación de imágenes y palabras
me mete en un trance
en el que empiezo a desprenderme de mis deseos.

Termino no queriendo nada, no añorando ni anhelando nada.
Llegan ideas que casi siento sencillas, alcanzo la lucidez,
la inventada lucidez
del que no se necesita ninguna sabiduría para existir.
Vuelvo a mi estado de zombie vegetal.
Y eso me hace sentir más vivo que de costumbre.

Se dibuja una sonrisa en mi boca,
hay un brillo perverso en mis ojos
y siento que podría aguantar un escupitajo.
A esta sensación me gustaría bautizarla El Trance Del Elegido.
Así debieron sentirse todos los condenados a la hoguera.

Embriaguez de la sabiduría que rechaza el saber.
El aquí y el ahora también están sobre valorados.
Tampoco este instante importa, es completamente efímero,
ya se esfumó.

viernes, 3 de diciembre de 2010


Graffiti en una calle de Bogotá. Foto: Anuar Bolaños.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Hábitat.

Foto de Cali tomada por Anuar Bolaños.


Mi mente es encandilada por el gris fluorescente del cielo. El clima es frío, voy llegando a la cresta de la montaña. La tarde dice que ya acabó su jornada. Miro a través de la ventana del bus y el perfil de la cordillera es morado. Llovizna un poco. Aprieto los puños dentro de la chaqueta, me humedezco los labios con la lengua, el aire me ha resecado la nariz por dentro. Mi rostro se desvanece en el cristal, veo media sonrisa y mechones de pelo sobre las cejas. De nada sirve la nostalgia.

La ciudad me acoge en su perspectiva. La brisa hace ondular la rigidez del cemento. ¿Qué se activa en mi sangre con el arribo de la noche? Cuánto del pasado está destinado a formar mi voz? La mirada se queda estacionada en la arquitectura de mi búsqueda. Soy tan endeble en mi conocimiento. Avanzo subyugado por esta inconclusa faena de vivir.

Este barrio es mi piel. Llueve. La llovizna picotea los adoquines del patio. Me susurra acertijos. Los transeúntes son ramificaciones de mi calavera. En su trasegar se llevan trozos de mis ojos. Ah que hermosa algarabía de laberintos. ¿Dónde el dominio de la forma? Dentro tengo una música disonante, los metales de mi crucifijo, el anjeo que no permite a mis entrañas desparramarse, un silencio que templa pancartas, el llanto que desteje mi voz. Si supiera como escribiría un tango.

El destino acaba de dar una vuelta más a la tuerca con que aprieta mis días, me acorrala con su tridente rabioso. Me he visto empujado a tornar sobre mis pasos, estoy de regreso al polvo de donde salí. Vuelvo a habitar entre alimañas y ruido, vuelvo a cruzar los antiguos callejones oscuros y malolientes. A mi espalda le han crecido ojos para cuidarse del peligro que la acecha. La noche se ha convertido en la Diosa del Pánico. Todo sucumbió. A mi ángel de la guarda lo alcanzó una flecha envenenada. ¿Qué ruta me lleva a casa? Me consuelo diciendo que no importa, ya el verano secará las llagas de mi lengua, el viento se llevará las cenizas de mis ojos.

Ha ocurrido tan despacio que no me he percatado de que ya estoy muerto.