jueves, 29 de julio de 2010

Bulto.

Se puede ver mi lado oscuro y salir despavorido o acercarse a atizarlo
o contemplarlo con reverencial curiosidad.
Se puede ver mi lado oscuro y aplaudir o calarme un cepo.

Se puede ver mi lado luminoso y lanzarme un escupitajo o dar la espalda.
Abrazarme con lentes oscuros, reír o sollozar.
Mi luz es fría, opaca, rugosa.
Se puede ver mi lado luminoso y no descifrarlo, quedarse a esperar,
partir con disimulo o en un chasquido.

Se puede ver mi planicie y deslizarse por ella como patinando
o decorarla con adhesivos,
causarle relieves, observar mientras se empolva, no pasar cerca.
Se puede ver mi aura y concluir que es muy volátil o rancia,
diminuta o insípida,
curiosamente deforme, tibia, prometedora, biche.
Se puede oír mi voz y hacer coro con mis cánticos, acoger una incógnita,
abrir una puerta,ocultar los datos, plantear la pregunta.
Se puede oír mi voz y erizarse de asco, apretar los dientes,
resignarse a un suspiro, envalentonar una burla.

Se puede mirar mi historia, mi itinerario, mis días desgajados,
mis noches arenosas,
mi silencio blando, mi palabra chueca, mi corazón por dentro,
y tan sólo hallarán a un hombre que va.

Se me puede ver y no saber que existo.
Se puede verme y no amarme, se puede no verme.

miércoles, 28 de julio de 2010

Zombie Vegetal. Poeticuento.



Me declaro imperturbable
como cualquier dios jubilado.
Lo que el mundo me traiga
lo recibiré sin mirarlo.
No pediré existir de algún modo explícito
pero estaré por ahí,
palpitando sin agites.

Dejo que lo natural siga sus rutas.
Quietud, olvidar el yo.
No hilar ideas,
que la ira se paralice y no aturda,
que a punto de llorar
diga la frase que me evapora.


Pintura realizada por Anuar Bolaños.

martes, 27 de julio de 2010

Musgo.

Poeticuento.


Los obsequios de la vida no los puedo agarrar con la mano pero van conmigo dondequiera. Tengo una voz en mi cabeza que nunca para de hablar historias. Esa voz se encarga de hilar ideas, de abrir puertas, de descubrir rostros que son pinturas formando una galería de arte viva que actúa sainetes, divertimentos, pantomimas que son el andamiaje con que los humanos se construyen a sí mismos y yo elaboro soliloquios en mi cabeza. Un aletargamiento iluminado de amarillo ocre me mueve sin descanso y la cadencia en mi respirar desbarata el mecanismo del ahogo, quita a la taquicardia todo protagonismo. El agridulce de los suspiros se ha hecho un manjar fresco. Mis ojos ganaron la fuerza para ver figuras nítidas en el fondo de la penumbra, mis manos alcanzaron la pericia con que se labra el pan o se toca la guitarra. Gané una melancolía laboriosa que no para de descubrirle a los atardeceres manchones mentolados y se embriaga con el olor del monte y se nutre con la holgura que da aceptar que el camino en que se avanza es el justo, por entretenido, por templado. He recibido la pausa y la indiferencia. El horizonte que quedaba a dos calles se desplazó más allá de donde el mar culmina y hoy no planeo más que el paso que voy a dar a continuación. Mi equipaje se redujo a un cepillo de dientes y una cachucha para la lluvia. No le peleo al día sus afanes, ni le suplico a la noche su frescura. Recibo el ritmo con que los eventos giran a mi alrededor sin contagiarme de su vértigo ni desatenderlos del todo. Terminé por aceptar que las personas son los patrocinadores de mi rostro. Copio sus gestos para mimetizarme en la multitud, para ser uno más con ellos y uno menos en la historia. El tiempo sigue siendo el aliado que gasta lo inútil y reafirma lo que es, lo que a cada cosa le corresponde ser en este engranaje total, lo que perdurará. Sólo se pierde lo que nunca fue tuyo. Hay un vacío delimitado y una nada oficiosa que me sirven de hábitat. La soledad calza mis zapatos y se embadurna con mis delirios, me abraza como a un hijo. Mi sonsonete ha adquirido un estribillo pegajoso que se abre camino por entre los pregones rancios con que otros gastan su cordura. Ninguna voz me aturde aunque todas me hipnotizan. Vivo la soltura de no ser nadie sin sentirme atormentado ni orgulloso por eso. No me sorprendo de lo que voy aprendiendo ni lamento lo que el olvido ya difuminó. Voy liberando desahogos que se sostienen con poco combustible y dejan mi estampa tapizada de líquenes frescos. Soy un zombi vegetal. Las mañanas son un verdadero inicio sin premuras ni itinerarios. Me invito a saborear las horas con el ímpetu de quien improvisa su bailoteo. No sé a donde voy, mis pasos eligen su ruta. Renuncié a estar rumiando el bagazo del pasado, bebo en los manantiales del azar el elixir que la vida obsequia pues es el único maná que se recibirá. Voy sin miedo, sin esperanzas. No hay más nirvana que el día que nos gasta ni mayor paraíso que los adioses recibidos.

sábado, 24 de julio de 2010

Escribano De Mi Deambular.


Dibujo realizado por Anuar Bolaños.

Esta aventura de escribir me llevará donde la vida va. O al menos avanzará por las rutas por donde llevo mi vida. Las palabras son el vehículo. El sentimiento el combustible. La mente será encargada de las labores de edición.
Este no es un ejercicio de mecanografía tampoco un camino con norte definido. Iré donde la voz me lleve, alimentado también con bocados de silencio.
Me propongo ser el escribano de mi deambular. Los temas vendrán de la curiosidad. A lo mejor buscaré algunas certezas, algunas conclusiones.

Todo es una mera ilustración pasajera.